lunes, 10 de marzo de 2014

ROBERT MAPPLETHORPE




Flores, vaginas, vello púbico, senos delineados, pétalos, torsos, penes, pistilos y tantos otros elementos del cuerpo humano y de la flora quedaron atrapados en la lente de un hombre retozado en el erotismo. 

Hacía imágenes que enunciaran la sensualidad de las especies para hacer hojas blanco y negro que resonaran en los instintos y sentidos de los observantes. Lo valioso del trabajo artístico de Robert Mapplethorpe fue la mezcla intrínseca del erotismo y de la estética del cuerpo humano en una fotografía.

Bob Mapplethorpe no sabía que llegaría a ser Robert Mapplethorpe, ni siquiera que sería fotógrafo, cuando se encontró por segunda vez con Patti Smith —la que sería su confidente y musa durante años— en el Tompkins Square Park de Manhattan a finales de los años sesenta. Ambos provenían de familias humildes, estaban gestando su vocación artística y tenían la sana intención de no morirse de hambre en Nueva York. Acabarían comiéndose el mundo, pero aún no lo sabían. Lo que sí decidió Smith en ese instante es que iba a llamar Robert a su nuevo amigo, porque intuía que tenía enfrente a alguien muy especial y Bob, simplemente, no encajaba con esa premonición.


A raíz de ese encuentro surgiría una complicidad rememorada por Smith en Just kids (2010) y fotografiada por Lloyd Ziff, en un porfolio que exhibió la galería Danziger de Chelsea (Nueva York) el año pasado. “En 1968 Robert vivía con Patti en un apartamento de Clinton Hill, en Brooklyn. Siempre estaban trabajando, haciendo pinturas, dibujos, esculturas…”, recordaba Ziff con motivo de la exposición.

Dos años más tarde, el joven estudiante de arte pasaría, de realizar dibujos y collages con fotos ajenas, a hacer sus propias fotografías por recomendación de Patti Smith, con una cámara Polaroid que le prestó la artista Sandy Daley. Había nacido Robert Mapplethorpe, el fotógrafo.

“Busco lo inesperado, busco cosas que nunca haya visto antes” fueron las explicaciones dadas a los medios de comunicación que pretendían entender las motivaciones del fotógrafo, nacido en Floral Park, NY en 1946, para plasmar imágenes que sorprendieron y perturbaron a la sociedad norteamericana desde los años ochenta.


La muestra en el Grand Palais aborda, a través de más de 250 obras, la carrera del fotógrafo con una intención omnicomprensiva, de manera que el visitante pueda valorar las diferentes etapas del artista y completar su visión más allá de sus imágenes icónicas. Se trata de ir más allá de una muestra parcial, como las que han reflejado líneas temáticas o la selectiva mirada de artistas (Isabelle Huppert, Pedro Almodóvar).

Todas las facetas de su práctica fotográfica están representadas en esta exposición, que muestra a un autor empeñado en desposeer sus imágenes de cualquier filtro o barrera entre su idea y la obra final. Para expresarlo en sus propias palabras: “Busco la perfección en la forma. Lo hago con los retratos, con las pollas, con las flores”, dijo en una entrevista con Barbara McKenzie.

En cada una de sus representaciones logró exponer la galantería de la desnudez tanto del cuerpo femenino y masculino como de las flores no antes desarropadas por intensiones efusivas como las de él.



Resultado de esa traslación sincera de sus fijaciones y ensoñaciones en imágenes, sin concesión alguna al puritanismo, es la decisión de los organizadores de vetar el acceso a una parte de la muestra, de alto contenido sexual, a los menores de 18 años. Algo que no se veía en la capital francesa desde la exposición del fotógrafo y cineasta Larry Clark(Kids).
Su estilo de vida y los escándalos por las primeras exposiciones de su obra le originaron un grupo de amigos artistas, cantantes, actores, modelos y personajes relacionados al arte pornográfico y a la escena de los clubes de sexo (principalmente neoyorquinos).





De sus retratos más famosos a sus amigos célebres, destacan los de Andy Warhol, Mick Jagger, Jim Carroll, James Franco, Arnold Schwarzenegger, su siempre amiga y amante la cantante y poeta Patti Smith y por supuesto, sus inagotables autorretratos.




El autorretrato como proyección de un ideal

Pocos fotógrafos han cultivado como Mapplethorpe el autorretrato. La imagen en la que aparece maquillado, travestido, proyecta a una persona resuelta a apropiarse de cualquier recurso que potencie su ideal de belleza. 



En el catálogo de la retrospectiva, los comisarios lo sitúan al lado de otro autorretrato en el que aparece con el torso desnudo y con ese maquillaje, pero en el que la mirada denota fragilidad. 


En unos parece buscar el reconocimiento de su estatus de artista, mientras que en otros se representa comorockero, diablo, fauno o sátiro, o subvierte la imaginería religiosa de Cristo cruficado. La persona que conectó mejor con su concepto lúdico del retrato fue Louise Bourgeois, a quien retrató con un pene gigante y con una sonrisa cómplice.


Mito o no, se conoce que realizó sus primeras fotografías utilizando una cámara Polaroid, regalo de un amigo. Empezaría a tomar sus primeras fotografías entre sus conocidos, integrantes de los círculos undergroundde Nueva York. Después iniciaría una serie de obras con refinada estética, que definieron los elementos recurrentes de su trabajo: desnudos lúcidos (hombres, mujeres y niños) y flores exóticas erguidas sugestivamente.

Visto en la escena cultural y museográfica como un fotógrafo revolucionariamente irreverente cuya obra se valía de elementos asociados a la cultura homosexual, lo llevaron a convertirse en ícono de la cultura gay en su lucha por el reconocimiento y la igualdad. Su propuesta efectivamente provocadora a principios de los 90, ocasionó que fuera procesado a razón de su exposición “El momento perfecto” en Cincinnati, bajo la acusación de “obscenidad y pornografía infantil”, de la cual salió absuelto.


El debate sobre la subvención del arte heterodoxo, meses después de la polémica sobre la obra Pissing Christ, de Andrés Serrano, llevaría a la aprobación, en el Congreso estadounidense, de una enmienda que supeditaba las ayudas gubernamentales a la evaluación de material considerado como obsceno. El Whitney Museum, la institución que había realizado la primera gran exposición individual de Mapplethorpe cuando este languidecía, inició una campaña nacional con anuncios en prensa bajo el lema “¿Va a permitir que la política mate el arte?”.


Hoy, la imagen del látigo forma también parte de la retrospectiva de París, junto con otras de sadomasoquismo y miembros viriles pertenecientes a su X Portfolio. Y en 2012 esas fotos fueron exhibidas en Los Ángeles tras la adquisición de una parte del archivo de Mapplethorpe por parte del J. Paul Getty Trust y el museo LACMA.

Hoy, su trabajo forma parte de la cultura popular erótica no sólo en los Estados Unidos; su lucha por la equidad y dignidad para las comunidades discriminadas lo posicionan en un pedestal universal de artista agitador de las consciencias sociales. No se puede negar que sus imágenes sugestivas de objetos elementales como flores y cuerpos, volvieron a elementos eróticos primarios de la humanidad.

White describe el ambiente político y de reivindicación social de los años setenta en EE UU, una época en la que la sodomía era delito en muchos estados, y afirma que entonces muchos galeristas y coleccionistas rehusaban exponer o comprar obra de Mapplethorpe por miedo a ser identificados como homosexuales. También es importante su texto por las reflexiones que hace los prejuicios raciales y el cuestionamiento, desde este punto de vista, de algunas de sus fotos.



En el plano personal, el interés del artista por el sadomasoquismo y el ocultismo pueden haber sido una reacción visceral a su educación como católico y al rechazo de sus padres, avergonzados de su estilo de vida. “Había, sin duda, una parte oscura en él”, dice en el libro Marcus Leatherdale, el que habría sido su último amante blanco. “Creo que estaba verdaderamente perdido entre sus demonios, sus monstruos”. Aunque Michael Stout, presidente de la Fundación Robert Mapplethorpe, afirma que el fotógrafo “no era una persona que amara particularmente el dolor y el placer obtenido a través de él” y lo retrata como "voyeur".


Que el fotógrafo fuera gay y que la sexualidad entre hombres fuera una parte importante de su obra no quita para que su verdadera obsesión transversal fuera atrapar la belleza de las formas. Para Jérôme Neutres, “la primera provocación de Mapplethorpe fue fotografiar sus modelos desnudos y sus amantes negros con el idealismo de Miguel Ángel, y reivindicarlos como cánones de la belleza de 1980”. 


El artista, asegura, “utilizó la fotografía para hacer escultura y terminó su obra haciendo fotos de esculturas”. La exposición confirma que utilizó también su dominio de la geometría en la composición y que exploró diferentes formas de impresión y enmarcado con el fin de hacer de cada foto un objeto artístico depurado.


Víctima de SIDA, falleció a los 42 años en Boston, Massachusetts y permanece presente en el mundo de la fotografía a través de sus múltiples libros publicados, sus seguidores y su fundación que realiza exposiciones itinerantes en prestigiosas colecciones y museos.

La obra de Mapplethorpe en realidad es sencillo y asequible poseerla en casa. Si no existe ningún prejuicio sobre imágenes bellas con una evidente connotación erótica, se pueden encontrar diversos títulos ilustrados en librerías de la ciudad. Tener testimonios de la obra de Robert Mapplethorpe aún puede servir para provocar fuertes reacciones a nuestras visitas, o lo no menos apreciable para acercarlos a un ícono del arte contemporáneo.


Patti Smith lo llama, en su semblanza escrita para el catálogo, “hijo del surrealismo, de la magia negra y delpop art”, y concluye que el fotógrafo “transformó algunos de los aspectos más complejos de la sexualidad en obra de arte”. Habla de cómo le influyeron la película Cowboy de medianoche (1969) y los filmes de Fellini y Pasolini, de “su admiración por los maestros del retrato fotográfico, como Félix Nadar y August Sander”, y del papel esencial que tuvo en su vida su pareja y mecenas Sam Wagstaff.

El miércoles, Smith estará en París para asistir a la inauguración y participar en una charla en el Grand Palais. Quizá recordará lo que escribió en Just kids: al relatar el momento en el que el hermano pequeño de Robert le llamó para notificarle su fallecimiento, se dio cuenta de que “comenzó a sonar en la televisión el gran aria Vissi d’artede Tosca: “He vivido del arte, he vivido del amor”.


Un table book sin inhibiciones en el contenido siempre servirá para aquellos curiosos que viendo algo que todos hemos visto: flores y cuerpos desnudos, aún se escandalicen.

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