jueves, 13 de marzo de 2014

LA COLUMNA DE JOSE GORDON

Más textos de Pepe Gordón en Mundo Buzali


14 de Agosto 2014

JOSE GORDON

El cuaderno verde / Una novela de palomas

En la novela Véase, amor, David Grossman explora, entre otros temas, el extraño llamado biológico que tienen los salmones al regresar a casa. Grossman dice que han viajado al exilio, a las aguas saladas del mar y de pronto tienen un impulso en el cerebro que los hace retornar, saltar contras las cascadas para volver al lugar de origen. ¿Cómo le hacen los salmones para reconocer el camino a casa?

Una pregunta similar se formuló el biólogo Rupert Sheldrake, de la Universidad de Cambridge. En su caso, se trataba de palomas. En una reciente entrevista que tuve con Sheldrake (se transmitirá el martes 26 de agosto en Canal 22), hablamos sobre una interesante y polémica hipótesis para explicar este fenómeno. Dice el investigador:

"Me interesé por las palomas cuando era niño. Tenía palomas y probaba su habilidad para volver a casa. Las alejaba en una caja en mi bicicleta y luego las liberaba lo más lejos posible. Cuando regresaba, ellas ya habían llegado: volaban más rápido de lo que yo pedaleaba. Preguntaba cómo lo hacían y nadie sabía. Ya en Cambridge le preguntaba a mis colegas cómo lo hacían y nadie sabía. Nadie sabe aún.

"No es que recuerden el camino porque puedes anestesiarlas, llevártelas lejos y darles vueltas en un camino sinuoso. Al recuperarse regresan directo a casa. No es a través de la vista, porque si les pones pupilentes opacos chocan contra los árboles pero pueden volar cientos de kilómetros sin ver. No es la posición del sol pues lo hacen en días nublados y de noche. Todas estas ideas se han probado y han fallado. Por eso ahora se le atribuye al magnetismo. Y hay evidencia de que las palomas tienen una especie de brújula pero eso no lo explicaría. Si nos dejaran caer en paracaídas en un lugar desconocido y nos dieran una brújula, esta diría dónde está el Norte pero no dónde está nuestra casa. No lo explica.

"El mismo problema se presenta con la mariposa monarca y aves que migran: ¿cómo encuentran el camino de regreso? Para mí, la explicación más plausible es una conexión invisible, un campo que une a las palomas con su casa. Cuando son liberadas revolotean, sienten un jalón hacia su casa y vuelan hacia allá por este campo que las conecta a casa."

Sheldrake plantea la hipótesis de que se trata de campos mórficos, de estructuras invisibles que son como planos arquitectónicos: "Le dan forma a un edificio de un modo que va más allá del material de construcción. Este no basta para hacer un edificio. Las células tampoco bastan para hacer un brazo o una pierna o una planta. Debe haber una especie de plano. Eso es lo que son los campos mórficos. La parte más controversial de esta hipótesis es la idea de que estos campos tienen una especie de memoria. El regreso de las palomas a casa es ejemplo de un campo mórfico, de un tipo de recuerdo de estar en esa casa. Cuando te las llevas a otro lado este campo las vincula a esa casa y a las demás palomas que viven ahí.

"En este marco hice un experimento inusual: le quitas la casa a las palomas y las liberas en el lugar en el que estaba la casa, pero su palomar y su familia ya no están. ¿Los pueden encontrar? Hasta hoy, los experimentos más impresionantes se hicieron en el mar. Persuadí a la marina real de Holanda para hacerlo en un barco de investigación. Entrenamos palomas para que vivieran en el barco. El barco viajó de Holanda a San Martín, en el Caribe y de regreso. Recorrió unos 7 u 8 mil kilómetros. Las palomas encontraron el barco aun cuando las liberamos muy lejos de este. En un caso lo encontraron a 300 kilómetros. La evidencia apunta a que hay una conexión con su hogar."

Estos experimentos deben replicarse, dice Sheldrake, ya que abordan una gran interrogante de la biología. La hipótesis polémica que aventura, suena a una fascinante novela de la vida interior de las palomas, como la que hace Grossman con los salmones.

pepegordon@gmail.com

JOSE GORDON

El cuaderno verde / La primera carcajada

En un texto tan antiguo como la Biblia no tan sólo se describe el génesis del mundo, de las cosas y sus nombres. También aparecen relatos que establecen los inicios de las relaciones humanas, de las acciones que emprendemos. El escritor israelí Meir Shalev, autor de novelas como Esaú y Mi abuela rusa y su aspiradora americana, se interna en una lectura secular de la Biblia para explorar cómo ocurren por primera vez una serie de viñetas que marcan la experiencia de lo humano. Se trata de verlas desde el ojo de un novelista.

El libro de Shalev, publicado en inglés en 2011, se llama Inicios. Reflexiones sobre las intrigantes primeras veces de la Biblia. Aunque aparentemente la Biblia es muy conocida, el ángulo que toma Shalev genera un efecto sorprendente. El escritor plantea que aunque en la Biblia se habla del origen en términos de la creación del mundo, hay un interesante inventario de otro tipo de inicios. En esos textos canónicos se dibuja también el primer amor, la primera muerte y el primer sueño. Nos asomamos a un repertorio plural de personajes que tienen que cruzar ciertas experiencias por primera vez: desde dar a luz hasta odiar y engañar; vemos al primer músico y al primer carpintero, al primer profeta y a los primeros espías. En esos relatos ceñidos en un puñado de versos, se encuentran las semillas de posibles cuentos y novelas para quien sabe imaginarlos.

Uno de los registros más interesantes es el de la primera carcajada. Shalev nos dice que en la Biblia solamente aparece una vez la risa, por eso es, al mismo tiempo, la primera y la última risa. Se trata de una carcajada de un hombre y una mujer. La causa es la misma. Parece una broma: una pareja de viejos sin niños -Abraham y Sara- ríen cuando escuchan la nueva de que tendrán un hijo.

Dice Shalev: "Esto, por supuesto, es el debut del humor judío y es reconfortante ver que no ocurre debido a Matusalém se haya resbalado con una cáscara de plátano". Mas bien se trata del inicio de una tradición cómica que surge del dolor. Estamos hablando de un humor que se muerde a sí mismo. Escribe Shalev:

"La esterilidad de Sara causó en ella y en su esposo una profunda y arraigada aflicción. Sin embargo, ambos podían ver el lado divertido de la noticia que les daba Dios, Abraham tenía 99 años y Sara 89. La noticia del embarazo y del nacimiento de un hijo era para ellos un buen chiste."

Shalev subraya la maravillosa reacción de Abraham. Estaba tirado en el suelo de la risa. La Biblia dice: "Abraham cayó sobre su rostro y rió". Muy mexicanamente diríamos que estaba atacado de la risa.

Posteriormente, se puso serio, le pidió a Dios que no jugara con sus sentimientos que no le diera falsas esperanzas. Dios, sin embargo, insiste: "Tu esposa Sara te traerá un hijo y lo llamarás Isaac y estableceré mi pacto con él, un pacto duradero con su descendencia".

El novelista lee en estas palabras un subtexto que tal vez le hace sonreír: "Dios se impresiona con la primera risa humana y decide inmortalizarla en el nombre del futuro hijo de Sara: Isaac, Yitzhak en hebreo quiere decir él reirá."

Se trata de una metamorfosis que trae un aire de esperanza. La situación será tan oscura como la que se vivirá en la demanda del sacrificio del hijo de Abraham, pero Isaac se salvará, reirá. La sobrevivencia de alguna manera está vinculada con el sentido de humor. Una carcajada se abre en medio del absurdo y del abismo. Tiene que ver con una noción del tiempo que supera el momento. La sonrisa de la inteligencia abre la perspectiva. Woody Allen lo sabe bien al plantear una ecuación singular de la condición humana: la comedia es igual a tragedia más tiempo.

pepegordon@gmail.com


JOSE GORDON

Futbol y 'Telepatía' 

Para Vicente Leñero

En los años 70, en medio de los análisis intelectuales que planteaban que el futbol era enajenante (que lo puede ser, pero no es la única dimensión), apareció una bocanada de aire fresco en un artículo de Vicente Leñero que reivindicaba la belleza que a veces se asoma en el juego. En sus mejores momentos el futbol es una danza de finas geometrías.

En el libro Por amor al balón, el físico Albert Folch, profesor catalán que dirige un laboratorio de bioingeniería en la Universidad de Washington en Seattle, trata de dar algunas claves del extraordinario nivel de juego alcanzado por el club Barcelona. Creo que cabría en lo que el cineasta Pasolini llamó un futbol de poesía.

Folch plantea que al ver un juego del Barsa uno podría estar tentado a concluir que el club cuenta con coreógrafos y bailarines que entrenan a los jugadores. De ese tamaño es la gracia -dice Folch- con la que los jugadores sincronizan sus movimientos a lo largo de la cancha. Escribe el profesor:

"El rasgo distintivo de esta compañía de ballet es la increíble velocidad y precisión con la que se pasan el balón uno al a otro; parecen lograr esta habilidad no tanto por la fuerza física (son más débiles y pequeños que los jugadores de otros equipos de alto nivel), sino por una rapidez del cuerpo y una coordinación mental superior. Han estado haciendo lo mismo de manera conjunta por tanto tiempo, que parece que interpretan esta coreografía espontáneamente como si se estuvieran comunicando elípticamente".

Un testimonio de Xavi nos da un atisbo de cómo sucede este proceso, al narrar la sincronización que tiene con Iniesta:

"Nuestro nivel de entendimiento es tan grande que no necesitamos palabras para movernos en la cancha. Cuando él va hacia arriba, yo voy hacia abajo; cuando él tiene el balón, yo voy a una posición demarcada; cuando recibo el balón, él se dirige a un espacio abierto. Es simplemente una danza".

Algo similar se dice que ocurría con los jugadores del Manchester United, Dwight Yorker y Andy Cole. Fueron parte del equipo que ganó el campeonato inglés en 1999. Eran elogiados porque tenían una especie de entendimiento "telepático". El año pasado se hizo una peculiar prueba para ver qué tanto estaban sincronizados. Enfrentarían a un trío de goleadores del Manchester United versión 2013. Los seleccionados fueron Wayne Ronn, Danny Welbeck y el Chicharito Hernández. Uno de los retos era darse pases entre compañeros con los ojos cerrados. En este terreno la libraron relativamente bien. De repente se daba alguna equivocación de comedia.

Posteriormente, pasaron a la prueba de los centros a gol. El que remataba tenía los ojos vendados. Yorker y Cole le atinaron a la primera. Luego el Chicharito centró y "retrató" a Rooney quien tenía los ojos cubiertos. Welbeck centró y Rooney hizo una "tijerita" a ciegas que no enganchó ante las risas de sus rivales. El Chicharito se empezó a desesperar. Dijo que tendrían que esperar horas ahí hasta que les saliera. Sin embargo, en el siguiente centro de Welbeck, Rooney la agarró de volea para un gol espectacular que se coló a media altura en el ángulo (www.youtube.com/watch?v=KWkeRkRyToo).

El sueño futbolero pasa por un entendimiento a ciegas, por una coordinación que parece mágica y que tiene que ver con una especie de jazz del balompié, de un salto al vacío que será atrapado sin premeditación por otro trapecista. La coreografía se vuelve asombrosa. Pasolini decía que el "futbol poesía" tenía a Brasil como su máximo exponente. Hoy en tiempos pragmáticos solo vemos apuntes de eso que fue, pero aquí y allá continúa la esperanza de que aparezca -en algunos equipos del Mundial-, el "telepático" jogo bonito.

JOSE GORDON

Estrena el 22 nueva 'oveja'

Hoy las ovejas eléctricas sueñan con el bosón de Higgs, con descubrir los secretos de la naturaleza y con un país que le dé un mayor impulso a la ciencia.

Con esta idea, llega a la pantalla chica la temporada 2014 de La oveja eléctrica, conducida por Pepe Gordon.

A lo largo de ocho años, el objetivo del programa, conducido por Gordon y transmitido por Canal 22, ha sido encender una flama llamada curiosidad.

"Las ovejas eléctricas también soñamos con ganarle a Croacia, y no sólo en el futbol. Cifras del Banco Mundial indican que esa nación invierte 0.75 por ciento de su PIB en ciencia y tecnología, mientras que México sólo pone el 0.46 por ciento", comentó Gordon al anunciar la nueva temporada.

Para lograr esto, es necesario tomar en cuenta que la cultura y la ciencia no deben estar desvinculadas.

Durante la presentación del programa, la escritora Sandra Lorenzano se preguntó: "Cuándo perdimos la conexión del saber como totalidad y decidimos que si quieres dedicarte al arte debes alejarte de la ciencia, o que si quieres estudiar física o matemáticas no deberías leer a Proust. ¿Cuándo decidimos empobrecernos?"

La nueva temporada de La oveja... inicia el martes.

JOSE GORDON

Sueños Inmortales 

En la película Trascendencia (2014), Johnny Deep interpreta a un científico experto en inteligencia artificial. En una conferencia que se lleva a cabo en el auditorio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) desgrana los avances en su campo de estudio: el crecimiento de la inteligencia es exponencial (se duplica cada año). Plantea que están trabajando en máquinas que sobrepasarán los límites de la biología. En breve tiempo su poder analítico será mayor al de la inteligencia colectiva de todas las personas que han nacido en la historia del mundo.

A ese momento de explosión de conocimiento inimaginable -explica el científico de película- se le denomina la Singularidad. Él le llama Trascendencia y propone que las construcciones de la inteligencia artificial, que van más allá del cerebro humano, podrían llegar a ser sensitivas. De esta manera, revelarían secretos del universo en torno a la naturaleza de la conciencia y la existencia del alma. Un espectador cuestiona el anhelo de la neurociencia de crear un dios. Forma parte de un grupo anti-tecnológico que trata de frenar este tipo de investigaciones. Al finalizar la conferencia el científico sufre un atentado.

Ante la inminencia de la muerte, la pareja del investigador -también científica- decide poner a prueba unas máquinas experimentales que tal vez ya están adelantadas a la Singularidad. Vemos a Johnny Deep con electrodos que registran su actividad cerebral, la duplican digitalmente y la descargan a una computadora. Así como se pueden transferir canciones y películas en una laptop, tratan de "subir" a un aparato su memoria, su conocimiento, su experiencia, en suma: su conciencia. Las incógnitas son múltiples: ¿Al morir el científico, en verdad está en la máquina o sólo es un simulacro de conciencia? ¿Qué pasa si no se transfiere una memoria clave? ¿Puede esa conciencia extenderse por Internet como la peor pesadilla de Snowden? ¿Qué ocurre con el amor a la pareja que se queda atrapada en una máquina? (Tema tratado espléndidamente por Ricardo Piglia en la novela La ciudad ausente, 1992)

Al margen de que científicos de la talla de Roger Penrose piensan que la mente es irreductible a ser computarizada, el personaje de la película está basado en alguien que cree que esto es posible. Se trata de Ray Kurzweil -experto en inteligencia artificial- quien acuñó el término Singularidad y propone que el crecimiento exponencial en tecnología nos llevará a ella en el año 2045. Kurzweil es un gran inventor, pionero en el reconocimiento óptico de letras y en el reconocimiento de voz por computadora.

Tal vez el sueño de inmortalidad que investiga Kurzweil está vinculado con la experiencia de la muerte de su padre a los 58 años. En el documental El hombre trascendente (2009), Kurzweil se resiste con dolor a aceptar la inevitabilidad de la muerte. Piensa, quizás de manera infantil, que una combinación de avances tecnológicos y médicos podrían llevarnos a una especie de tecno-inmortalidad. De hecho, señala que algún día, su padre -un compositor cuyo genio fue truncado- podría de alguna manera renacer. Kurzweil ha guardado meticulosamente toda la música, cartas y documentos escritos por su progenitor para "subirlos" a una máquina, junto con el rastreo de las huellas del ADN y las memorias que aún conservan los cerebros de quienes lo conocieron.

Preservar nuestra mente más allá de la muerte parece una desproporción. Sin embargo, en otro tipo de "máquinas", las del arte y la novela, he visto el prodigio de trozos de conciencia que se resisten a desaparecer como si estuvieran vivas.

JOSE GORDON

Neurociencia en el mundial 

En la película Avatar un soldado de marina que quedó parapléjico por heridas de guerra participa en un proyecto que le permite a su mente mover un cuerpo artificial. Un sueño de esta naturaleza se traslada hoy a la vida real. El escenario será el Estadio Arena Corinthians de Sao Paulo. El próximo 12 de junio, poco antes del partido inaugural de la Copa del Mundo entre Brasil y Croacia, un adolescente con lesión de médula espinal se levantará de su silla de ruedas mediante una especie de traje robótico que controlará con la mente. Caminará unos pasos y dará la primera patada del Mundial.

Lo que estará en movimiento no es el esqueleto del joven parapléjico sino el exoesqueleto, un esqueleto externo hecho a base de aleaciones ligeras y accionado por un sistema hidráulico. Esa máquina hará el trabajo que los músculos de las piernas ya no pueden realizar. Para comunicar a la mente con este cuerpo artificial, el adolescente llevará puesto un gorro con electrodos que registra las ondas cerebrales y las transmite a una computadora dentro una mochila situada en la espalda. Así, se traducen los impulsos cerebrales a un lenguaje que el traje robótico entiende. Cuando los pies del joven tienen contacto con el suelo, unas placas con sensores detectan cada paso y envían una señal a un dispositivo vibrador situado en el antebrazo de la camisa. Mediante este truco, el cerebro piensa que la sensación proviene del pie.

Este exoesqueleto forma parte de un proyecto denominado Walk Again (Camina de nuevo) y es fruto del trabajo de un grupo de científicos coordinado por el neuroingeniero brasileño Miguel Nicolelis. El investigador dice que se trata de un "robot" que se puede vestir en el cuerpo. Así como nos ponemos una chamarra podríamos ponernos un exoesqueleto controlado por nuestro pensamiento.

La idea ciertamente es maravillosa, sin embargo enfrenta todavía grandes retos. El científico Edward J. Tehovnik señala que ningún grupo de investigadores ha logrado aún extraer una gran cantidad de información del cerebro con la velocidad suficiente para controlar movimientos complejos como los que supone el acto de caminar. El cuello de botella se encuentra en la velocidad de interfaz cerebro-máquina. En un estudio llamado La métrica de Pelé, Tehovnik dice que en docenas de trabajos realizados en este ámbito la velocidad de transferencia de información lograda es de menos de 1 bit por segundo. No sirve de mucho para tareas como los dribles de Pelé o el acto de hablar (que requiere mínimo una transmisión de 40 bits por segundo). Cabe señalar que, en comparación, la velocidad de conexión de red en es mucho mayor: tan sólo en Brasil tiene un promedio de transmisión de 2.7 megabits por segundo (el lugar 84 en el ranking de la velocidad de Internet en el mundo).

Tehovnik concluye: "Si nos basamos en los experimentos de comunicación tanto de ratas como de monos que han sido realizados por Miguel Nicolelis, el joven paralítico estará transfiriendo menos del 1% de la señal mientras que el 99 % de la señal provendrá del robot. ¿Realmente el joven paralítico está pateando el balón?".

Nicolelis responde indignado que esto no es así pero aún no abre la información sobre la velocidad de la interfaz cerebro-máquina que propone. Más allá de la polémica, lo que Nicolelis subraya es una dirección en la que nos debemos de mover: "Lo imposible es sólo lo posible que nadie se ha esforzado lo suficiente en realizar". Se trata de una estampa del balón que el vertiginoso avance de la ciencia nos permitirá patear algún día.


JOSE GORDON

Paz: Un colisionador de ciencia y poesía
En el libro Las palabras del árbol, Elena Poniatowska registra el interés de Octavio Paz por la ciencia. El poeta recuerda al matemático y físico mexicano Alberto Barajas. Dice Paz: "Lo traté y lo admiré mucho. Era un hombre tímido, muy buen tipo. Quizás debí ser científico. La ciencia me apasiona".

Paz se asombraba profundamente ante la observación del universo que brinda la ciencia moderna y exploraba con igual curiosidad el conocimiento que abre la poesía. En el libro Corriente Alterna (Siglo XXI), Octavio Paz plantea algunos paralelos entre estos instrumentos de percepción de la naturaleza:

"Hay más de una semejanza entre la poesía moderna y la ciencia. Ambas son experimentos, en el sentido de 'prueba de laboratorio': se trata de provocar un fenómeno, por la separación o combinación de ciertos elementos, sometidos a la presión de una energía exterior o dejados a la acción de su propia naturaleza. La operación, además, se realiza en un espacio cerrado, dentro del mayor aislamiento. El poeta procede con las palabras como el hombre de ciencia con las células, los átomos y otras partículas materiales: las arranca de su medio natural, el lenguaje diario, las aísla en una suerte de cámara de vacío, las reúne o separa y, en fin, observa y aprovecha las propiedades del lenguaje como el investigador las de la materia".

En términos de nuestros días, estaríamos hablando del poeta como un colisionador de pensamientos y palabras que sacan chispas y abren nuevas vistas. Tal vez de eso se tratan los debates y diálogos que él tanto disfrutaba con los más notables protagonistas de la ciencia, el arte y las más diversas culturas y manifestaciones de conocimiento. Eran ensayos en vivo. Por ahí quedan flotando las estampas de su encuentro con Borges o de su intercambio de ideas con el premio Nobel en Física Murray Gell-Mann. En una de esas esquirlas se puede ver a Paz conversando con Marcos Moshinsky o platicando con Gerald Edelman -premio Nobel de Fisiología y Medicina- sobre la orquesta neuronal que se da en el cerebro: ¿quién la dirige?

En esta investigación, Paz utiliza los instrumentos que ofrece el arte. Dice Paz: "La poesía moderna es un conocimiento experimental del sujeto mismo que conoce. Ver con los oídos, sentir con el pensamiento combinar y usar hasta el límite nuestros poderes, para conocer un poco más de nosotros mismos y descubrir realidades incógnitas".

Paz se asoma al abismo del instante y descubre una suerte de campo unificado del universo en donde todo se comunica y transfigura. Es ese nivel en donde "yo soy tú somos nosotros", se trata del "reino de pronombres enlazados", descrito en el hermoso poema Piedra de Sol. En el poema Olvido, se refiere a ese mismo estrato en el nivel más profundo del ser. En este experimento del poeta, al cerrar los ojos, olvida todo y se pierde en el infinito: "mar que se pierde en otro mar:/olvídate y olvídame". Desde ese "olvido sin edad ni fondo/ labios, besos, amor, todo, renace/ las estrellas son hijas de la noche".

El observador se ha observado a sí mismo de manera radical y sospecha que el asombro de la poesía está en la base del mundo físico que -como partículas subatómicas- brinca y se sumerge en el vacío una y otra vez.

Tal vez por eso, Paz señaló que la próxima revolución en la física se daría cuando además de tener variables como E= Energía y M= Masa, pudiéramos tener variables como R= Ritmo, I= Intensidad. La unidad de la naturaleza tendría que pasar por el misterio del lenguaje que se abre a lo innombrable.

A cien años de su nacimiento, recordamos a Octavio Paz como un gran colisionador de ideas, de imágenes memorables y pensamientos críticos que estimulan la inteligencia, la belleza y la imaginación.

Leer más:http://www.reforma.com/editoriales/cultura/734/1466618/#ixzz2vtA1W812

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