viernes, 30 de marzo de 2012

PARA LEER SIN EXCUSA NI PRETEXTO: UN VIDEO SUBTITULADO QUE AMPLIARÁ TU HORIZONTE Y LAS COLUM NAS DE PEPE GORDON, JUAN VILLORO Y ADINA CHELMINSKY.

Hay columnas que se escriben por última ocasión; sin embargo, importantes como si fuera por vez primera; otras que continúan dejando huella continuamente en nuestra inteligencia. Aquí, textos de esos maravillosos escritores que abundan con creatividad en estos caminos de la vida.







EL CUADERNO VERDE


El hilo rojo del destino

Por José Gordon

"Hay un antiguo mito chino sobre el Hilo Rojo del Destino. Dice que los dioses ataron un hilo rojo alrededor de nuestros tobillos y unieron a toda la gente cuyas vidas están destinadas a tocarse. Este hilo puede estirarse o enredarse, pero jamás se romperá". Estas palabras aparecen al inicio de una serie televisiva que recientemente se acaba de estrenar en nuestro país. El nombre de la serie es Touch (Tocar), y uno de los protagonistas centrales es Kiefer Sutherland a quien recordamos por su participación en 24 como el agente Jack Bauer.

En esta ocasión interpreta a Martin Bohm, un padre angustiado por la incapacidad de comunicarse con su hijo autista de once años. Simple y sencillamente no lo puede tocar. El niño no habla, no muestra emociones, pero está obsesionado por los números y las simetrías matemáticas que nos rodean. Puede apreciar los patrones aparentemente ocultos que nos interconectan. Cabe señalar que esta era una preocupación central del notable físico David Bohm, fallecido en 1992, quien planteaba que el universo era indivisible. Tal vez por ello, el guionista de la serie, Tim Kring (Héroes), hace un guiño con el apellido de sus personajes centrales para honrar a un científico que veía un orden profundo detrás de lo que percibimos. La premisa de la serie es enunciada con una voz off que dice:

"Los patrones están escondidos a simple vista. Solo hay que saber dónde mirar. Cosas que la mayoría de la gente ve como caos, en realidad siguen imperceptibles leyes de comportamiento. Galaxias, plantas, caracoles marinos. Los patrones nunca mienten. Pero solo algunos de nosotros pueden ver cómo encajan las piezas. 7.080.360,000 de nosotros vive en este diminuto planeta. Esta es la historia de algunas de estas personas."

Así, atestiguamos cómo se trenza el hilo rojo de algunos destinos. La serie televisiva aprovecha la interconexión que hoy tenemos en la aldea global que hace posible que el contenido fotográfico de un celular perdido en un aeropuerto norteamericano aparezca de manera inesperada en Japón. A la manera que mostró Guillermo Arriaga en la película Babel, algo que sucede a kilómetros de distancia de donde vivimos toca y transforma nuestra historia, nos enreda a través de un patrón que quisiéramos descifrar. En este sentido, la serie es también deudora de la película Pi, el orden del caos, de Darren Aronofsky, en donde vemos a un hombre obsesionado y alucinado por encontrar la clave matemática que por igual permitirá entender los patrones de comportamiento de la Bolsa de Valores y el misterio numérico detrás del nombre de Dios, lo que está detrás de la proporción áurea en la pintura y de la sucesión de Fibonacci en la geometría de la naturaleza.

En este contexto, ver a un niño que no habla pero entiende este patrón es emocionante aunque solo se trate de un deseo que compartimos. El problema es que para probar esta premisa se abusa de lo que en teatro se conoce como Deus Ex Machina. Las historias pueden tener una sensación de entrar forzadas, a chaleco. Al mismo tiempo, debo decir que la vida misma a veces nos da encuentros inverosímiles que rebasan la imaginación de los novelistas y nos hablan de una sutil conexión que nos trenza y nos toca. Me acabo de encontrar con un historia así. El hilo rojo del destino y la gracia se evidenció en un personaje inesperado. Hace unos días el escritor Etgar Keret describió esta experiencia conmovedora:

"Mi padre murió anoche. Fue, probablemente, la persona más asombrosa que he conocido. Y no estoy diciendo esto porque era mi papá. Hace unos días, mientras reposaba en el cuarto de emergencias con una fractura de cadera, intentó decirme algo. Estaba muy débil, así que tuve que apoyarme junto a su cama para oírle hablar. Tenía un dolor terrible, por lo que al principio pensé que estaba tratando de pedir morfina. Sin embargo, lo que tenía que decir era que tuvimos mucha suerte al tener un conductor de ambulancia tan delicado y lleno de empatía, que había hecho todo lo posible por evitar los baches en el camino al hospital".

pepegordon@gmail.com

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La neurosis como terapia

Por Juan Villoro


"Un teatro no es más que un pacto con el absurdo, su ejercicio eficaz y lujoso", escribe Cortázar en "Instrucciones para John Howell", cuento que dedicó al director Peter Brook. El espacio teatral propone una realidad alterna en la que el propio autor se asombra de la vida que cobra un texto.

Escribo esto a propósito del reestreno de mi obra El filósofo declara, en el Foro Shakespeare de la colonia Condesa. Durante el proceso de escritura pensé que estaba ante un fenómeno íntimo, una intriga de cámara que acaso no contaría con otro espectador que yo mismo. Crecí entre filósofos y escuché largas conversaciones estrafalarias, no sólo para un niño sino para la mayoría de las personas. Cuando le preguntaba a mi padre en qué consistía su trabajo, respondía: "Un filósofo busca el sentido de la vida". En el colegio me costaba trabajo convencer a mis amigos de que mi padre no era un golfo (así era como los hijos de abogados, aviadores, ingenieros y otras tangibles profesiones interpretaban que alguien buscara "el sentido de la vida").

Toda infancia está rodeada de palabras incomprensibles. En cierta casa, los niños oyen hablar de Stratus y Suburban; en otra, de Armani y Bulgari, sin que esos nombres eufónicos expliquen la realidad. Poco a poco, puede asociar apellidos con valores. La nobleza se llamaba "Gaos", la inteligencia "Wittgenstein", los enredos "Kant". Oía esas claves del mundo adulto como si fuesen armas de distintos calibres. Detrás de ellas, había pleitos, emociones, amoríos, envidias, emociones convulsas disfrazadas de razón.

Desde que empecé a escribir, pensé en recuperar ese ambiente. Los filósofos vistos de fuera, con la irónica atención de quien crece entre ellos y los quiere sin entenderlos del todo.

El filósofo declara no es una obra autobiográfica. Sin embargo, si uno imagina a un niño de seis años en el escenario sabrá qué atmósfera me resulta familiar.

Una de las cosas que más me atraen de los hombres brillantes es su original manera de ser imbéciles. Pocos efectos resultan tan cómicos como el idiotismo de la inteligencia, una mente lúcida vencida por la exasperación y la neurosis. Ese es el tono de mi obra. Dos filósofos se encuentran por última vez y se someten a un ajuste de cuentas. Durante décadas han sido en forma alterna amigos y enemigos; trabajaron en aras de la razón pero tuvieron que pactar con las impurezas de la vida. En su duelo final los argumentos son devorados por las emociones. Uno de ellos concibe la muerte perfecta para un filósofo, un crimen sin culpable: "asesinato por argumentación".

Pensé que esta dialéctica de la neurastenia sería una diversión minoritaria. Cuando Antonio Castro se interesó en dirigirla en el teatro Santa Catarina de la UNAM, le dije que jamás llenaríamos un sitio con ochenta asientos y propuse que nos mudáramos a una cripta más pequeña. Con una confianza que sólo podía venir de su inventiva, Antonio prometió llenar la sala: "Piensa que es del tamaño de un salón de la UNAM", dijo para tranquilizarme.

Las actuaciones de Arturo Ríos, Pilar Ixquic Mata, Emilio Echevarría, Edgar Parra, Fabiana Perzabal (en la primera fase) y Sophie Alexander-Katz (en la segunda) disolvieron las dudas. Una noche, el director y dramaturgo argentino Javier Daulte compró el último boleto que quedaba en la taquilla. Me propuso llevar la obra a Buenos Aires, con algunas modificaciones, como la relación de los intelectuales con el poder (en Argentina ha habido más represión que subsidios). En su opinión, la obra era comercial. Recordé la película Hollywood Ending, en la que Woody Allen representa a un director que se está quedando ciego. Para que no lo corran de la filmación, contrata a un camarógrafo que sólo habla chino y no puede denunciarlo. La película sale espantosa. "¡Parece la obra de un ciego!", exclama el productor. El estreno es un fracaso. Luego el film se presenta en Francia y la crítica elogia que el director se desprenda de la tiranía de enfocar y exprese creativas manchas en las pantalla. "¡Gracias a Dios que existen los franceses!", exclama Woody Allen.

La aceptación es un malentendido. Fue lo que pensé cuando la obra se estrenó en la calle Corrientes de Buenos Aires, bajo el título de Filosofía de vida.

Para un escritor siempre será enigmático entender por qué un texto conecta con el público. En el caso del teatro hay explicaciones auxiliares. No todo depende de la dramaturgia. Los parlamentos son el punto de partida; el desarrollo queda en manos de los actores, el director, el escenógrafo.

No es una paradoja menor que ese conjunto de habilidades ajenas otorgue genuina vida un texto. Es el reiterado milagro que Antonio Castro y los cinco actores lograron en la reposición de El filósofo declara. Una extravagante y veraz ilusión, "un pacto con el absurdo, su ejercicio eficaz y lujoso".

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Bye, Bye Doktor Dinero


Adina Chelminsky

No hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza ni deuda que no se pague… No estoy tan segura de que todas las deudas se paguen (basta con ver la cantidad de expedientes emproblemados en el Buró de Crédito), pero lo que es un hecho es que esta columna, con el mote deDoktor Dinero, ha llegado a su fin.

Durante los últimos seis años he tenido el enorme privilegio de hablar de finanzas personales en este espacio. Más de 300 columnas, en donde hemos, ustedes y yo, tratado de encontrar la cuadratura del círculo del dinero y la vida cotidiana. Un tema difícil, pero apasionante, cotidiano, pero a veces inentendible y que daría para 300 o tres mil columnas más.

Doktor Dinero nació como el reflejo de mi trabajo diario, dando asesorías y conferencias en temas financieros. Para escribir una columna, de cualquier tema, hay que vivirlo día a día, estar inmerso en el caldo, y centrar toda la atención en esa esfera de temas.

Es por ello que esta columna ha llegado a su fin. Un giro repentino e inesperado en mi vida profesional me llevó a dejar la vida de profesionista independiente dedicada a la asesoría financiera y lanzarme como emprendedora, fundando una empresa dedicada a la tecnología para medir la satisfacción del cliente. Ser emprendedora me tiene fascinada y aterrada a la vez. Un sentimiento que creo compartir con los millones de mexicanos que por gusto, necesidad o terca naturaleza, deciden emprender un nuevo negocio.

Mucho se escribe sobre el tema del “emprendedurismo”, pero me gustaría entrar al bailongo con mi visión particular. Los sinsabores, retos, soluciones a los problemas cotidianos que los emprendedores y sus empresas enfrentan.

Por lo que, gracias al enorme e incondicional apoyo de los editores deExcélsior, a partir de la próxima semana esta columna tomará un giro diferente.

Me gustaría cerrar esta etapa de mi vida editorial repitiendo, por última vez, mis mantras financieras. Así como repiten los yoguis Om Namah Shivaya a la hora de meditar, esto es lo que yo repito en mi cabeza cada vez que pienso en el dinero:

No hay nada más personal que el dinero. Las decisiones que tomamos en torno a él tienen que ver más con las “tripas” que con la cabeza. Somos seres irracionales y por más educados e informados que seamos, al tratar temas de dinero las emociones llevan el mando. Obvio se necesita información para mediar las emociones, pero tenemos que estar conscientes de esta realidad para manejar bien el dinero.

El dinero no sólo es dinero.
Juega un papel en todo lo que hacemos y somos en la vida. Para bien o para mal. El dinero no sólo es un actor en los temas y decisiones propiamente financieros (por ejemplo, cuando hablamos de ahorro o inversiones) sino en todos los aspectos de nuestra vida, desde nuestra autoestima hasta la relación con toda la gente que nos rodea.

En cuestión de finanzas personales YO soy el responsable. Puede ser que la economía del país sea mala, que los bancos sean ineficientes o que nuestro trabajo sea mediocre e injusto, pero a fin de cuentas TODOS tenemos las armas para tomar mejores decisiones y mejorar nuestra propia vida.

No hay recetas de cocina… Es imposible pensar en que la misma solución financiera aplica para todos. Quien te venda una fórmula universal, te está vendiendo aceite de víbora. Es responsabilidad de cada quien decidir los montos, las técnicas y los instrumentos para tener una vida financiera sana.

…Tampoco es física cuántica. No necesitamos tener ninguna capacidad especial para tener éxito en el mundo del dinero. Basta con tener sentido común, organización e información para poder lograrlo.

Y lo más importante: Puede ser que el dinero no sea lo más importante en la vida, pero sólo en la manera en que aprendemos a bien manejar lo que tenemos podremos, entonces, disfrutar de todo lo que nos rodea.

Gracias infinitas a todos ustedes que me han acompañado en este espacio. Espero verlos en esta misma página, en el mismo día y en el mismo periódico para compartir las lecciones y soluciones ahora queDoktor Dinero se convierte en aprendiz.

*Especialista en finanzas personales
Doktor Dinero
adina@doktordinero.com
www.doktordinero.com

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