viernes, 22 de julio de 2011

SUBRAYADOS DE VIERNES: LOS TEXTOS DE JUAN VILLORO y ADINA CHELMINSKY

Misterio ruso Por Juan Villoro


En 1952 la Unión Soviética participó por primera vez en los Juegos Olímpicos y el mundo oyó el épico lamento de su himno, una poderosa sinfonía del deshielo. Pertenezco a una generación que sólo veía rusos en las Olimpiadas. A partir de los juegos de Helsinki, corrió el rumor de que ciertos atletas aprovechaban la ocasión para quedarse en Occidente. No se trataba de medallistas famosos, sino de discretos lanzadores de disco en busca de libertad. Según esa leyenda, el Comité Olímpico Soviético ocultaba las fugas para no desprestigiarse. La Unión Soviética ejercía la fascinación de un imperio secreto. Disponía de cohetes para destruir el mundo o poner en órbita a una perrita cosmonauta, pero sus habitantes sólo viajaban en pos de una medalla o por motivos de espionaje. En el Distrito Federal, la Embajada de la URSS perfeccionaba este misterio. Aquella mansión en Tacubaya, con postigos verdes permanentemente cerrados, hacía pensar en una misión diplomática del más allá. En 1966 la película Ahí vienen los rusos, de Norman Jewison, contribuyó a la moda de imaginar contactos con esos desconocidos y contó la historia de un submarino soviético que llega por error a Estados Unidos. Dos años después se celebraron las Olimpiadas de México. Aunque la delegación soviética fue abucheada por la reciente invasión de Checoslovaquia, sus atletas cautivaron. El levantador de pesas Leonid Zhabotinsky se comió cinco melones en un desayuno, conquistó la medalla de oro y en la ceremonia de clausura sostuvo la bandera roja con una mano, como si se tratara de un palillo. Lo mejor fue la gimnasta Natasha Kuchinskaya, que saltaba para demostrar que la belleza causa vértigo. Estas proezas fueron acompañadas de un rumor: algún ruso se quedaría en México. Las celebridades estaban rigurosamente vigiladas, pero un mediano corredor de fondo podía aprovechar un resquicio para huir. En 1970 comencé a leer autores rusos y conocí a Carlos Serdán, fanático de Dostoievski que vivía en Villa Olímpica. Trabamos la instantánea fraternidad que sólo puede surgir en la adolescencia, cuando un equipo de futbol o un disco de rock determinan que alguien es magnífica persona. Carlos se identificaba con Ivan Karamazov, aprovechaba cualquier oportunidad para hacer apuestas, quería poner una bomba en La Catedral y había creado un método para escribir un libro en clave cuando lo metieran a la cárcel. Según él, su departamento de Villa Olímpica había sido ocupado por atletas soviéticos. Uno de ellos había cumplido el sueño de los inconformes, huyendo hacia el Ajusco. Un velador lo vio escalar la reja y desaparecer entre los árboles que colindaban con la unidad habitacional. No lo detuvo ni dio aviso porque se encontraba borracho y no quería que lo vieran en ese estado. No se nos ocurrió pensar que, si el testigo estaba ebrio, tal vez había imaginado todo. Por el contrario, nos pareció que había actuado con lógica prudencia. Poco después lo despidieron por borracho y esto confirmó que se jugaba el puesto. En un árbol cercano a Villa Olímpica Carlos descubrió la hoz y el martillo trazados con navaja. Cualquier estudiante de la UNAM podía haber dejado esa marca. A él le pareció un irónico mensaje del atleta fugitivo. Las historias de escapes rusos acompañaron los Juegos Olímpicos hasta el fin de la Guerra Fría. Luego esa nacionalidad esquiva se volvió omnipresente. El primer mensaje promocional que recibí por correo electrónico llevaba el lema de "Russian Girls", en cualquier tienda de Europa se oye la lengua de Pushkin y las agencias inmobiliarias que venden propiedades en la Costa Brava incluyen letreros en alfabeto cirílico. Los rusos se hicieron vulgarmente presentes, pero volvieron misterioso a Carlos. Nos encontramos hace poco y me contó una peculiar historia. Se detuvo a comer en Huitzilac, Morelos, en un local que ofrecía "pollo a la Kiev". Entró ahí atraído por sus lecturas. Durante años ha imaginado la Perspectiva Nevski, los samovares humeantes, las verstas para llegar a la última choza en la propiedad del conde Tolstoi, el crujir del Neva en primavera. El sitio se llamaba La Fiebre del Oro, pero no aludía a los gambusinos que buscan luminosas pepitas en un río sino a las Olimpiadas. Ahí conoció a Igor, corpulento anciano que -siempre según Carlos- confirmó más de 40 años después la historia del velador: aquel ruso huyó de Villa Olímpica, atravesó los bosques, se estableció con discreción en Huitzilac y mató su nostalgia del frío bebiendo vodka con pimienta. Mi amigo no creyó en la historia hasta que el ruso tomó el trincho de los pollos y lo lanzó con la pericia de un experto en jabalina. Desde que contamos con internet, los rumores no son como antes. La verdad llega demasiado pronto. Busqué en vano datos de Igor, presunto lanzador de jabalina en México 68. Tampoco localicé La Fiebre del Oro en Huitzilac. La historia contada por Carlos Serdán es apócrifa. Lo interesante es su necesidad de creer en ella para preservar una leyenda de otros tiempos, cuando las mentiras mejoraban la realidad.


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ADINA CHELMINSKY EN EXCÉLSIOR


50 maneras de ahorrar un poco más

Soluciona las pequeñas imperfecciones de tu persona, de tu casa y de tu automóvil antes de que se conviertan en gastos mayores. A pesar de que vivimos en el mundo de lo desechable, reutiliza TODO. Modernízate y aprovecha la tecnología. Utiliza más el chat y el mail y menos el teléfono.

SEGUNDA DE III PARTES

Sea como sea, lo diga quien lo diga, sea la corriente financiera que sea, las cosas son simples: TODO PLAN FINANCIERO EMPIEZA CON AHORRO. En la manera en que puedo guardar un poco de lo que gano, tengo las armas para poder vivir mejor en el futuro, para poder saldar mis deudas, para poder vivir mejor protegida, para poder comprarme ESO que siempre he querido.

Así es que durante tres semanas tendremos en esta columna 50 consejos para poder ahorrar, de una manera fácil e indolora, un poco más.

(El resto de los consejos los podrás consultar en esta columna o en el archivo en línea de www.excelsior.com.mx)

¿Te acuerdas de lo relajado y divertido que es un día de campo? Existen bellísimos lugares en donde puedes pasar el día a un precio mucho menor que ir a un restaurante tenso y aglomerado.

Juventud divino tesoro, te vas para no volver... Saca tu credencial del Insen y utilízala para obtener descuentos.

¿Realmente ves los canales premium de tu sistema de cable? Si no, cancélalos.

¿Vas a tener un bebé? Aprovecha los planes de prepago que ofrecen, con atractivos descuentos, algunos hospitales y ginecólogos... Y muy probablemente ese bebe va a necesitar ortodoncia. Algunos dentistas también ofrecen planes similares.

Ahorra previniendo. Soluciona las pequeñas imperfecciones de tu persona, de tu casa y de tu automóvil antes de que se conviertan en gastos mayores.

A pesar de que vivimos en el mundo de lo desechable, reutiliza TODO.

Vuélvete hacendosa, aprende a cambiar focos, destapar cañerías y demás problemas caseros cotidianos, y reduce tus llamadas “de emergencia” (y consecuentemente caras) a plomeros, electricistas, etc.

Manténte cerca de tus seres queridos, pero llámalos por teléfono a horas no-pico.

Modernízate y aprovecha la tecnología. Utiliza más el chat y el mail y menos el teléfono. Ahorra en hojas, disminuye el número de faxes y fotocopias, mandando documentos electrónicamente.

El teléfono celular puede ser una coladera de dinero. Primero analiza si el plan que tienes contratado es el que más se adecua a tus hábitos de consumo. Segundo, evita utilizar el celular para “y… ¿qué haces?” Utilízalo sólo como una herramienta de comunicación.

Regala afecto, no lo compres. Una tarjeta con un mensaje personal, un regalo hecho en casa o un detalle especial (un vale para hacerle un masaje a tu pareja después de un día de trabajo), son regalos valiosísimos.

Y piensa realmente si tienes que mandar un regalo de boda a la hija de la prima de tu suegra u otros familiares igual de “cercanos”.

Las tarjetas de crédito son un arma de doble filo. Es imposible salir de casa sin ellas, pero observa lo siguiente: No necesitas siete tarjetas de crédito diferentes, una (a lo máximo dos) son suficientes; procura usar efectivo la mayor parte del tiempo; en la medida de lo posible paga el saldo íntegro cada mes (las tasa de interés que cobran es altísima).

Si utilizas las tarjetas como medio de financiamiento, elije la tarjeta de más baja tasa de interés, no la que tenga más “beneficios” adicionales (como puntos), que son muy atractivos… pero muy caros.

Las promociones de pagos diferidos (“seis meses sin intereses”), no sólo te amarran a pagos en tu tarjeta de crédito, también distorsionan la visión de lo que debes y puedes gastar. Utiliza este esquema para compras indispensables (y no, una TV de plasma no es indispensable).

Te cobran, de manera automática, a tu tarjeta de crédito ciertas cuentas (celular, internet…, etc.), conserva este servicio, pero revisa cada pago para evitar fraudes. Y para que estés consciente de lo que estás gastando.

Si todos los días sales de tu oficina a comer (u ordenas por teléfono), empieza a llevar dos veces a la semana la comida desde tu casa (comerás mejor y más barato).

Las frases más peligrosas para el ahorro son: “En rebaja”, “Descuentos”, “Pague dos y llévese tres”. Evalúa si son cosas que realmente necesitas o son compras de emoción (que acabarán en el clóset sin usarse).

Cuidado, también, con las compras en línea o por teléfono. No por que sean fáciles de ordenar quiere decir que son artículos que realmente necesitas.

*Especialista en finanzas personales

adina@doktordinero.com/

www.doktordinero.com

Twitter: @caymill

Adina Chelminsky




SUBRAYADOS DE UN VIERNES


Delirio real

Por Juan Villoro

Durante un tiempo Coyoacán fue una monarquía. La única persona que en verdad se enteró de eso fue el propio monarca.

Llegué al barrio en 1969, en compañía de mi madre y mi hermana. Mis padres se habían divorciado, de modo que la mudanza tuvo algo de éxodo. Nos instalamos en una casa que había pertenecido al dueño de un cabaret, el Quid. La decoración hacía pensar en seducciones de estilo francés. El papel tapiz imitaba un diseño versallesco, un espejo de pared recordaba el salón de Madame de Staël y una mansarda de lámina hacía pensar en la nieve que nunca llegaría. Mi madre suavizó el ambiente de budoir con su inflexible método decorativo: juntar chácharas.

Entre las preseas que ha reunido se cuenta una sopera de cerámica verde, en forma de un repollo enorme. Cuando mi tío Poncho la vio, preguntó en forma elocuente: "¿Esa sopera tiene una historia?".

Mi madre coloca adornos cuya presencia amerita narración. Aquella sopera viajó en sus manos en un avión desde Portugal hasta la casa donde reiniciábamos nuestra vida.

Éramos vecinos de una panadería, lo cual tenía ventajas aromáticas y problemas de roedores. Cuando nos fuimos a quejar con el vecino (un español que enharinaba el pan como si se hubiera enojado con él), nos tranquilizó mostrándonos su pistola para matar ratas. Al saber que no había un "hombre de la casa", prometió mantenernos bajo su custodia, al modo del sheriff del condado.

En esas circunstancias entramos en contacto con Su Majestad. Tal vez llegó a la casa atraído por su aire de falsa aristocracia. Lo cierto es que tocó el timbre y dijo con aplomo: "Soy Antonio Gaitán, el Rey de Coyoacán".

Durante varios años escucharíamos esa presentación rimada. Pero sobre todo, escucharíamos sus canciones. Gaitán había sido seminarista y tenía hermosa voz de barítono. En cualquier momento entonaba su himno: "Ron con cerveza y tehuacán: ¿Quién es el Rey de Coyoacán?" La alusión a las bebidas no era casual. Se trataba de una obligación del reino. Cada tercer día, el monarca amanecía borracho en el quicio de la puerta. Le prestaban un cuarto al otro lado de Av. México-Coyoacán, pero a veces no alcanzaba a llegar ahí. Sus características físicas eran peculiares. Tenía pies enormes y caminaba en zancadas rígidas, al modo de Popeye el Marino. Las palabras fantasiosas que salían de su boca de gran quijada y su mirada encendida confirmaban que había pasado por un psiquiátrico.

Leía durante horas, afuera de la panadería. Una frase podía retenerlo mucho tiempo. En una ocasión me preguntó: "¿Qué quiere decir de izq. a der.?" "De izquierda a derecha", contesté. "¿Como en política?", dijo con entusiasmo.

Cada 1o. de septiembre, ofrecía un caótico informe de gobierno. Para el momento en que se dirigía a un imaginario congreso de la unión, ya estaba borracho. Su delirio salía de tono, si la expresión es posible. Confundía a las Secretarías de Estado con secretarias que se pintan las uñas en oficinas de gobierno. De ahí que procediera a insultar a la "Señorita secretaria de la Marina que es una fulana". El gabinete no le merecía el menor respeto. Después de dar ditirámbicas cifras de sus logros, tan incomprobables como las del presidente en turno, denostaba a esas inciertas colaboradoras femeninas.

Otra de sus peculiaridades es que poseía un olfato superfino. A través de la puerta de la calle podía saber qué había cocinado mi mamá: "La doctorcita hizo tamales", decía con estruendoso deleite. En días de fiesta, nos acostumbramos a preparar la porción del Rey. De más está decir que su apetito era imperial.

En una ocasión fungí como su escolta. Pertenezco a un tipo de fanático de las obligaciones al que no le basta hacer el servicio militar: debe hacerlo antes. A los 16 años tramité mi anticipo para comenzar a marchar y a los 17 me gradué con el rango, inútil ahora que he pasado a la reserva, de sargento primero.

El 15 de septiembre, o algún otro día patrio, desfilamos por Coyoacán. Yo pertenecía a la escolta que llevaba la bandera. Cargábamos rifles que parecían salidos de la Revolución. Atrás de nosotros iba la banda que solía tocar en el kiosco de la plaza.

Todo fue parecido a una película del neorrealismo italiano hasta que Antonio Gaitán se puso al frente del cortejo. Saludaba con recios ademanes, como si estuviera acostumbrado a hacerlo. La gente lo vitoreó con entusiasmo, bajo una nube de confeti. Ningún policía pretendió alejarlo de ahí.

"¡El Rey-El Rey: ra-ra-ra!", coreaba la multitud. Luego se impuso otro grito: "¡Mé-xi-co, Mé-xi-co!". Esa locura nos definía. Guiados por un monarca, integrábamos un ejército fugaz, sin el menor deseo de ir a la guerra. Los reclutas entendimos que valía la pena defender esa patria alucinada.

Las funciones de Su Majestad Gaitán fueron tan estrafalarias como las que me permitieron obtener un documento.

A veces la cartilla militar aparece en mis papeles y recuerdo la tarde bajo el sol en que fuimos algo más que un barrio y celebramos, con apasionado sentido de pertenencia, la monarquía proclamada por un loco.

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Fecha de publicación: 22 Jul. 11






EL CUADERNO VERDE


Al grito de Fuá

Por José Gordon

En China se llama Ki; en la cultura hindú se le llama Prana; en la cultura judía Rúaj; en la Edad Media, Paracelso hablaba de una fuerza vital impulsada por la imaginación a la que denominó Arqueo; el psicoanalista Wilhelm Reich le llamaba Orgón y, ahora, en nuestro país, muy mexicanamente se le dice Fuá.

El término es un acierto desde el punto de vista onomatopéyico. En el habla cotidiana e infantil se utiliza para describir una acción rápida, decisiva y contundente -aparentemente imposible, casi mágica- que no tiene palabras: "Salió de la casa y fuá, llegó en seguida al otro lado de la ciudad". "Sacó la espada de la piedra: ¡fuá! Fue increíble."

La onomatopeya es una palabra cuya pronunciación imita al sonido de aquello que describe: así, en inglés, tenemos el término flush como equivalente de "bajar el agua" en un escusado y la palabra bakbuk, en hebreo botella, se vincula al sonido que ésta hace cuando vertimos un líquido. En México, en medio del pácatelas y el zás, se mueve el fuá, que nos indica un movimiento invisible que posee gran fuerza. La nueva forma de este concepto tal vez es tan vieja como un meme. Este es el término que usa el científico Richard

Dawkins para hablar de rasgos culturales que se replican por mecanismos de imitación y de transmisión de cerebro a cerebro y que pueden moverse de generación en generación. En términos coloquiales son "ideas con patas", ideas que circulan, se adaptan al entorno y sobreviven.

Hace unas semanas, mi hijo me enseñó un video en YouTube que estaba circulando a nivel viral. En tan sólo 14 días uno de los portales reporta 1,973, 638 visitas. En otro portal de YouTube: 1,117, 803. Por otra parte, ya hay versiones del Fuá con el personaje Goku (del anime japonés) 1, 514, 336 visita; canciones (la cumbia y el reggaeton del Fuá) y hasta un videojuego. El 28 de junio el concepto Fuá, en Twitter, ya era trending topic (tema del momento) a nivel global.

En el video original que recogelo captado por las cámaras de Nayarit en línea, se ve a un hombre completamente alcoholizado. Con palabras arrastradas y la incoherencia reflejada en el cuerpo, dice que él puede ver el futuro y resucitar a los muertos. Le dice sus "verdades" a quien lo consulta. Luego explica el concepto del Fuá: cuando uno piensa que ya no puede más, se saca la fuerza del estómago y ¡fuaaaaaaá!, sale el extra. Se logra lo imposible. El Fuá, explica el hombre con vehemencia, es la fuerza universal aplicada.

En unos cuantos días el Fuá fue adoptado en México con singular alegría. Sustituye al "sí se puede" de los tiempos de Fox. De pronto vimos con humor y cierto dejo de ironía que necesitamos ser mexicanos al grito de Fuá. La inminencia del Fuá se vivió con claridad en la semifinal de la México contra Alemania (Sub17). México fue heroico. Sacó el extra. Fuá: ¡gol olímpico! Fuá: ¡gol de chilena de último minuto de un jugador vendado por una herida en la cabeza! En la final contra Uruguay ya sabíamos la clave de lo que había pasado, cada vez que despejaba el portero mexicano el público gritaba divertido: ¡Fuaaaaá!, el sonido de la fuerza vital. El milagro se hizo.

Sin embargo, con la Sub 22, el Fuá se nos quedó atorado en la boca del estómago. Tal parece que primero hay que merecer y luego hay que gritar Fuá, pero ¿qué pasa si el Fuá es usado simultáneamente por los jugadores de Brasil y Paraguay? ¿Qué pasa si el PRI, el PAN y el PRD sacan al mismo tiempo el Fuá?

El Fuá es caprichoso y misterioso. No obstante, aunque no lo entendemos toca la poderosa vena del deseo. Al escuchar al descubridor mexicano del Fuá hay algo que me conmueve. Elie Wiesel ha escrito que siempre le han interesado los que son considerados locos. En la trascendencia descendente, en medio de la incoherencia, al tocar fondo, a veces sus voces tienen tintes proféticos: en medio de nuestras risas nos advierten que estamos desaprovechando nuestro potencial.

pepegordon@gmail.com

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Fecha de publicación: 22 Jul. 11






50 maneras de ahorrar un poco más.


Por ADINA CHELMINSKY

Para poder ahorrar con éxito lo primero que se debe hacer es crear el hábito. Para ello se debe trazar una meta y procurar cumplirla todos los meses, sin falta.

PRIMERA DE III PARTES

Sea como sea, lo diga quien lo diga, sea la corriente financiera que sea, las cosas son simples: TODO PLAN FINANCIERO EMPIEZA CON AHORRO. En la manera en que puedo guardar un poco de lo que gano, tengo las armas para poder vivir mejor en el futuro, para poder saldar mis deudas, para poder vivir mejor protegida, para poder comprarme ESO que siempre he querido.

El problema es que cada vez que oímos la palabra ahorro sentimos que la persona que nos la dice está loca.

¿¡Cómo %@$& vamos a ahorrar si cada vez que acaba el mes, la quincena o la semana, estamos rascando piedras para ver de donde sacamos dinero!?

Ahorrar no es física cuántica, es utilizar el sentido común y la organización para poder tomar decisiones más inteligentes de gasto que nos permitan recortar un poco en todos los gastos que hacemos día con día.

¿Cuánto ahorrar? Según los libros de teoría financiera, uno debe ahorrar entre diez y 15 por ciento de sus ingresos netos. Pero para alguien que jamás ha ahorrado un peso este número es imposible y debe ser irrelevante.

Para empezar a ahorrar con éxito, lo más importante es empezar a crear un hábito.

Trázate una meta, sean 100 pesos o cinco por ciento de tus ingresos, y procura cumplirla todos los meses sin falta.

Poco a poco, conforme el hábito se internalice y empieces a ver los resultados del ahorro, empieza a elevar tus metas.

No se trata de vivir como “monje” y eliminar los pequeños gustos de la vida. Pero elegir tres o cuatro de estos consejos puede hacer una diferencia importante en tu nivel de ahorro. (Por la cantidad de consejos contra la cantidad de espacio, éstos los repartiremos en tres entregas que podrás consultar, semana a semana, en esta columna o en el archivo en línea de www.excelsior.com.mx).

1. Ve tus finanzas en el espejo. Durante un mes cada año apunta absolutamente TODOS los gastos que realizas (incluyendo chicles). Al final del mes separa los gastos por rubros (comida, niños, diversión, gastos casa...). Ve fríamente estas cuentas, así es más fácil señalar las fugas de dinero.

2. La palabra más importante: PRESUPUESTO. La segunda palabra en importancia: SÍGUELO. Dentro del presupuesto destina (como si fuera un gasto obligado) una cantidad al ahorro.

3. Ten en dónde ahorrar. Suena ridículo, pero el guardar el dinero en un cajón o como “colchón” en la chequera es la manera más fácil de desahorrar. Abre una cuenta de inversión, contrata un fondo, lo que sea; pero peso que ahorres deposítalo ahí.

4. Descuento automático. Consigue que te descuenten automáticamente de la nómina una cantidad mensual que se deposite en tu cuenta de ahorro.

5. Elabora una estrategia fiscal. Busque asesoría especializada, que te ayude a maximizar las deducciones en tu declaración anual de impuestos.

6. El ocio es la madre de todos los vicios (incluyendo el despilfarro). Mantente ocupada en actividades que no impliquen gastar por “aburrimiento”.

7. No te comas tu dinero. Cuando vayas al supermercado lleva una lista de lo que necesitas y compra sólo lo que está escrito (a lo máximo 1-2 trampitas).

Mucho ojo: Las grandes promociones de los supermercados (“Lunes de verdura” o “La semana del shampoo”) son ganchos para que compres otros artículos a precio regular (o más caros); compra sólo los artículos en oferta.

-Acostúmbrate a utilizar cupones y fichas de descuento para los productos que compras normalmente.

-Quizá no te guste, o no estés acostumbrada a comprar “genéricos”, pero hazlo de ciertos productos que no hagan gran diferencia en sus gustos.

8. Tu alacena no es banco, no ahorres ahí tu dinero. ¿Realmente necesitas almacenar diez latas de atún y tres tambos de detergente? La “comodidad” muchas veces implica desperdicio.

9. Deja de fumar. Por cada cajetilla que fumas al día, gastas por lo menos 11 mil pesos al año, esto sin incluir los gastos por gripa, tos, etcétera.

10. Vive segura. Los gastos médicos inesperados pueden dar al traste con el plan de ahorro más cuidadoso. Ten al día un seguro de gastos médicos adecuado (lo mismo con el seguro del automóvil).

11. Despídete del café. Ese vicio de cafecito frappé te está congelando el ahorro (si te tomas uno a la semana, son dos mil pesos al año). Déjalo para ocasiones especiales.

12. Vigila la tintorería. Revisa que cada prenda que mandas a la tintorería realmente lo necesite y que no tenga la alternativa de lavado en casa.

13. Vacaciona fuera de temporada. No sólo puedes encontrar mejores precios (la diferencia en boletos de avión puede ser de hasta 30%), ahorrarás en las aglomeraciones de centros turísticos y disfrutarás del raro lujo que es el DF sin tránsito.

*Especialista en finanzas personales

adina@doktordinero.com/

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Fallece Lucian Freud, el pintor de los desnudos carnales

EL PAIS, Es.

El nieto de Sigmund Freud fue, junto a Francis Bacon, uno de los más brillantes representantes de la Escuela de Londres

FRANCISCO CALVO SERRALLER 21/07/2011

Nacido en Berlín el año 1922, Lucian Freud, que era nieto de Sigmund Freud, se instaló en Londres en 1932, llevado allí con solo 10 años por su familia, huyendo de la inmediata barbarie nacional socialista, y su presumible plan implacable de exterminio judío. Dada la corta edad con la que desembarcó en Reino Unido, se comprende que su formación artística y posteriormente su brillante desarrollo como pintor se llevase a cabo como si se hubiese tratado de un genuino artista británico. De hecho, adquirió la nueva nacionalidad en la temprana fecha de 1939. Por todo ello, aunque su origen germánico es indudable, se le ha considerado siempre como uno de los más brillantes representantes de la llamada Escuela de Londres, un grupo informal que aglutinó a un conjunto de artistas de primer rango, surgidos todos ellos tras la II Guerra Mundial, entre los que se contaron figuras tan prominentes como Francis Bacon o Frank Auerbach, los cuales se caracterizaron por estar de alguna manera vinculados a una figuración de estirpe expresionista.

No se puede, sin embargo, tampoco negar la impronta artística alemana que configuró la personalidad de Lucian Freud. Hay que tener en cuenta que su padre, que era arquitecto, había sido asimismo un prometedor pintor, en la época de la Secesión de Viena, y que no solo Lucian Freud, sino el resto de los representantes de la Escuela de Londres, coquetearon en su juventud con el surrealismo y con los pintores alemanes de la llamada Nueva Objetividad, como Otto Dix o Georg Grosz. Al margen de estos precedentes artístico-culturales, Lucian Freud estudió en la Central School of Art y en el Goldsmiths' College, antes de iniciar su carrera artística, hacia comienzos de 1940. Su primera exposición colectiva se produjo en 1944, pero la maduración de su estilo y el comienzo de su proyección pública no se produjo hasta una década después, a partir de 1951. Desde entonces, habiéndose librado de esas primeras influencias artísticas continentales, Freud se centró en una peculiar interpretación de la pintura realista, conectada en parte con el precedente británico de Stanley Spencer, pero también dejándose contagiar por el morboso sentido físico, carnal y existencial del primer Francis Bacon, con el que mantuvo siempre una relación dialéctica y artística muy vivaces. La pintura de Lucian Freud debe su original peculiaridad al modo con el que supo abordar la figura humana, fundamentalmente desnuda y haciendo siempre valer su turbadora densidad carnal. En su interpretación del desnudo, Freud unió la peculiar visión forzada con que Edgar Degas espiaba los desnudos femeninos, para obtener un punto de vista insólito, y un sentido matérico que les daba una fuerza táctil, muchas veces de efecto turbador. En realidad, como él mismo declaró, pretendía que la propia pintura tuviese una densidad elástica, como la de la carne: "Quiero que mi pintura funcione como carne. Para mí, la pintura es la persona. Que ejerce sobre mi mismo un idéntico efecto que la carne".

Esta versión del desnudo tan directa y, valga la paradoja, descarnada, así como su independencia de juicio y de costumbres le valieron, en el siempre puritano mundo británico, una fama de alocado libertino, atravesándose con ello muchas veces la frontera del sensacionalismo barato. No hace muchos años, cuando Freud era ya un octogenario, causó malestar la exhibición pública de un autorretrato en el que él se mostraba de pie, pintando sobre un lienzo, mientras una joven desnuda se abrazaba a una de sus piernas. Tomar esta autorepresentación como un delirio exhibicionista, no solo es un error, sino que significa desconocer la historia de la pintura occidental, a la que este genial artista rindió un sagaz culto, plagando con citas inteligentes de grandes maestros del pasado muchos de sus mejores cuadros. En cualquier caso, no cabe la menor duda de que Lucian Freud ha sido no solo uno de los mejores pintores británicos del siglo XX, sino que, todavía más importante, uno de los artistas figurativos más originales y poderosos de la época contemporánea.

© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

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Visita La Galería de Lucian Freud en

EL CULTURAL, España:

http://mun.do/qgeM4k


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