jueves, 31 de marzo de 2011

¡AHHH! ESCRIBIR DE JACARANDAS EN PRIMAVERA COMO LO HACE ALBERTO RUY-SÁNCHEZ, ¡NADIE!

NOTAS PARA

UN POEMA URBANO

CON JACARANDAS





Hoy las jacarandas me crecen y se me desgajan también por dentro.

Me invade la sensación, por ejemplo, de que por cada flor de jacaranda en el suelo alguien terminó de hacer el amor con una sonrisa.

Por cada flor de jacaranda en la rama, una promesa, un deseo, un acto de amor a punto de cumplirse.

En el instante que dura la caída de una flor de jacaranda alguien está haciendo el amor y siente que ese vuelo es eterno.

Hay que decirlo sin decirlo: de la rama de la Jacaranda al piso el vuelo de la flor es nuestro secreto.


La flor de la Jacaranda crece en racimo como ilusión de besarte pero cae una por una, como tus besos.


La flor de la Jacaranda es una copa sonriente, algo torcida, como un beso que se vuelve mordida.



La flor de la Jacaranda es como una mano que hace magia girando. El tiempo la detiene a su manera, que nunca es la nuestra.

La jacaranda tiene nombre tan sólo cuando florece, después nadie la mira ni la identifica siquiera.

Cuando la jacaranda tiñe el suelo y el cielo escribe en mi cuerpo dos palabras: plenitud fugitiva.

El barrendero me dice sonriente: son como pellizquitos que dejan la calle amoratada. Y no presume ser poeta.

La jacaranda fluye callada. Los autos rugientes bloquean la calle. En la misma esquina dos realidades lejanas.


Una vecina triste dice que la jacaranda ensucia su banqueta y su auto mientras otra sonríe con las manos llenas de flores moradas, caídas. Llena una canasta con ellas.


Una calle sin jacarandas es como un enamorado sin besos.


La jacaranda nos hace levantar la vista y notar que, tal vez, la ciudad tiene más árboles que nunca.

La ciudad es hoy un bosque de ficus que corre entre vómitos de concreto. Las jacarandas nos recuerdan que donde sea puede florecer la poesía.

Esperada e intempestiva, la jacaranda sorprende, es como despertar juntos tantos años y siempre decirse, de pronto, "buenos días".



Dicen que el florista y jardinero Sanshiro Matsumoto las trajo a México desde Brasil. Pero que su nombre es guaraní, y se pronuncia el Jacarandá. ¿Cómo perdió el acento y se volvió femenina?


Yo no escribo jacarandas, las cultivo. Y a veces las recojo del suelo y del cielo de la poesía.

Porque los poetas le han hecho tantos versos como flores ha tirado la jacaranda al viento.

Juan L. Ortíz se preguntaba de dónde le viene al cielo ese anhelo de morado cuando está a punto de florecer el jacarandá.


Darío le dice: "Erguido en la nostalgia te pintas de un azul blancuzco como el cielo y fino como un tul".


Machado de Assis confiere a la Jacaranda arquitectura de oratorio y dice que de su madera se hacen bellos libreros.

Enriqueta Ochoa la llama "sueño lila que tira la llovizna de abril y arde sobre el rostro gris de la calle como tierna flama".

Eugenia Noriega nota que llegaron las jacarandas y las lluvias de abril. Ella, enamorada, sueña que huele a flores y tierra mojada.


Sasha Sokol evoca y convoca el poder que tienen las jacarandas de ser alfombra y nube a la vez.

Orlando González Esteva dice que al pie del jacarandá caen las balas y los pájaros.

Alberto Blanco las ve detrás del muro vecino y evoca batallas de su infancia entre flores caídas.


Frank Lozano la vuelve flor antípoda del narciso: "Por más hermosas que son, las jacarandas no pierden el piso."

Severo Sarduy, comentando al primer Carlos Drummond de Andrade, sugiere que a la sombra morada del jacarandá es como mejor se escucha a los contadores populares de historias en las plazas públicas.


Aurelio Asiain nos lleva de la jácara a la jacaranda y así le pone música y parranda para decirnos que hay cosas muy distintas que son la misma: "¡Ah, quién la calle, si en la jácara anda y enamorada! Aquí en la calle, si en la jacaranda llena, morada..."


Y en la misma fiesta florida, cuando Aurelio me dice: "La jacaranda es morada y los ojos moradores, adoradores de mirada demorada." Le respondo al calce: La jacaranda sueña que mira cómo, desde el piso, alguien de morado, demorado, la admira.

¿Habrá imaginado Matsumoto ver a su ciudad adoptiva teñida así de jacaranda? Somos, en primavera, la huella florida se sus sueños.


Ojalá cultiváramos las jacarandas y aprendiéramos a venerarlas como los japoneses hacen con los cerezos. Seríamos ciudadanos diferentes. Mejores, tal vez, por un instante.

2 comentarios:

  1. Las jacarandas
    Las flores retoñaron , a la par de mi infancia , al ritmo de tu sonrisa rodando en el bordo cubriendo de césped, me gustaba esa lluvia de mariposas , libres,azul violáceo volando hacia nosotros ...tu rostro sereno,mejillas rosada y tus ojos abiertos con un brillo especial que solo veía cuando decías te quiero y al atrapar algunas en pleno descenso... un día muy tranquilo con amor en el viento, cerraste tus ojos,en sueño perpetuo en ese febrero, nostálgico y trise , el mundo en festejo y yo sintiéndome triste,te pensamos en silencio sin retoños , sin juegos, sin risa sin el brillo en tus ojos, sin mi reflejo en ellos... Después de algún ciclo , un día me contaste que estabas conmigo como en aquellos tiempos,con tu luz en mis ojos , tu alegría en mis labios,y el amor en lo eterno lo supe en el tiempo que nacen las flores de aquel viejo árbol ..testigo del tiempo
    Beatriz Elena Montalvo LINARES

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  2. Publicaré, Beatriz Elena, en Facebook este comentario.
    Muchas gracias.

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